Nueva República
Ecuador aprovechó de forma notable el boom del petróleo para
reducir la pobreza, jaqueado desde la dictadura hasta hoy en día por una enorme
corrupción económica y política que ha alcanzado a la descomposición
republicana.
En nuestro País
la corrupción y el tráfico de influencias están enquistados no solo en el alto
gobierno sino también en el Poder Judicial, en el Consejo Nacional Electoral
(CNE) y todo el sistema de administración de justicia, además de tener un
Estado secuestrado por varios carteles de la corrupción como las que lidera: Correa,
Nebot, Moreno y otros testaferros que aniquilan la sociedad ecuatoriana.
Desde 2008, después de alcanzar el poder Rafael Vicente,
significó que las grandes empresas hicieran buenos negocios y era indispensable
las relaciones privilegiadas en el Estado, y el control de las instituciones
democráticas. Las coimas, sobornos y otras ventajas quedaron reveladas en los
últimos meses como los carnets de discapacidad y que salpican a los poderes
Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral y CPCCS. Es lo que los analistas
definen como una crisis sistémica, de gobierno, régimen y Estado.
Vivimos un
Estado fallido, fallado y mafioso, capturado por un sistema caduco o atrasa pueblo
que, desde hace 12 años ha mermado la democracia, con sus negociados, sus
puertas giratorias, poniendo y sacando autoridades, asambleístas afines a sus
intereses, con medios de comunicación que actúan como escuderos y los protegen
de cualquier denuncia de la prensa independiente que hoy ha destapado el pozo séptico
que ha reflejado el populismo.
Las estructuras no pueden cambiar por sí solas y no
aparece en el horizonte ninguna fuerza capaz de llevar adelante los cambios
estructurales necesarios, para cambiar el patrimonialismo heredado hace 200
años de la colonia, que es la incapacidad de las clases dirigentes de discernir
entre las ganancias personales y el erario público. La república está
podrida, dicen los ciudadanos. Es necesaria una refundación, una nueva
Constitución que contenga cambios estructurales e impida la reedición de la
corrupción del correato y sus derivados. Por ahora no se vislumbran las fuerzas
del cambio, salvo en las calles tomadas por la protesta social. Como sostengo,
cualquier consigna menor es un operativo de distracción de aquellos que no
quieren soltar sus privilegios para que proceda el futuro del Ecuador.
Jaime Andrés Véliz Ortíz
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